El Estrés y la Nutrición

¿Quien no tiene estrés? Todos sentimos estrés – a veces más, otras veces menos, pero siempre está presente. Quizá estamos tensionados por el trabajo o no nos alcanza el dinero para pagar las cuentas. O tenemos que cuidar a nuestros padres que están envejeciendo y a su vez nuestros propios hijos requieren de nuestra atención diaria. Aunque no nos sentimos bien, generalmente
nos descuidamos, el estrés nos resulta abrumador y en esos momentos, no pensamos en nuestra salud ni en la nutrición.

Y, qué elegimos generalmente bajo estrés? El ejemplo de María es muy claro – ella anda muy tensa porque está por perder su trabajo y no sabe como va a pagar las cuentas. Desde hace dos semanas, todas las mañanas compra una barra grande de chocolate y lo devora rápidamente, sin pensar. El dulce la hace sentir bien, más tranquila.

Igual que el caso de María, generalmente elegimos algo dulce, con azúcar refinado como un chocolate, nieve del sabor favorito, quizá una porción de torta. Los azúcares refinados y los almidones nos hacen sentir bien por un rato, nos levantan el espíritu y también nuestra energía a corto plazo – pero al rato tenemos un bajón y queremos comer más de lo mismo.

A veces preferimos las grasas y los bocados salados. Sabemos que el estrés desencadena nuestra alimentación emocional – esa respuesta automática, no pensada donde el cuerpo reacciona a las hormonas del estrés: el cortisol, la adrenalina, la noradrenalina.

En el 2010, un estudio de la Universidad de Michigan mostró que cuando la hormona cortisol estaba elevada por estrés, los pacientes del estudio comían más comidas saladas y con grasas – bolsas de papitas saladas y algunos elegían lo dulce.

También el estrés lleva a una mala distribución de las comidas en la cual comemos menor número de comidas en el día. Por otro lado, los platos elegidos son de muchas calorías, con más grasa, sal y azúcar – esto, como sabemos, nos perjudica la salud, sea con el sobrepeso, la diabetes, el colesterol o la presión alta.

Cuando andamos preocupados, no comemos relajados y pausados. Todo lo contrario. Como me cuenta Jaime, un paciente cardiaco a quien atiendo hace muchos años – Como tan rápido que ni me doy cuenta que es lo que acabo de comer, ni la cantidad, ni pude saborearlo ni disfrutarlo. Parece como si un tornado pasó por mi cuerpo –

Como conclusión, si queremos cuidar a nuestro cuerpo durante momentos de estrés, planifiquemos nuestra alimentación con cuidado y con tiempo, para evitar padecer problemas de salud.

Busquemos sustitutos de la comida como ser escuchar música, hacer ejercicio, bailar, hablar con un amigo/a, relajarnos.

Es preferible elegir alimentos con carbohidratos complejos como ser la avena, los cereales integrales, el pan o las tortillas integrales, la pasta y el arroz integral, la fruta con cáscara ya que contiene fibra. A su vez, la leche descremada también relaja y estimula la serotonina, una hormona del cerebro que nos hace sentir bien

Si pensamos en las grasas, hay que elegir las grasas buenas que se encuentran en el aguacate, el aceite de oliva, las nueces y las semillas.

Evitemos los alimentos tentadores en la casa – tampoco tenerlos escondidos, porque bajo el estrés, apenas llegamos a casa, vamos a elegir esos bocados altos en azúcar, grasas y sal frente a una fruta fresca o un licuado sano.

Debemos hacer un STOP! Pararnos y preguntarnos – ¿porqué estoy comiendo? ¿Tengo hambre o es ansiedad? Y si tengo hambre, qué estoy eligiendo? ¿Estoy comiendo pausado, y saboreando la comida o no?

Como conclusión, aunque no podemos evitar el estrés, sí podemos aprender como planificar nuestra alimentación para mantener nuestro sistema inmunológico sano frente a las adversidades de la vida.